Qué son los fagos y por qué está avanzando su uso contra los gérmenes resistentes
Por el uso inapropiado de los antibióticos en seres humanos y en animales, se han aumentado los niveles de resistencia de los microorganismos y fallecen más de 700.000 personas por año en el mundo. Y si la situación no cambia, podrían ser 10 millones las muertes anuales para el año 2050.
Ese dramático problema de salud pública extiende el tiempo de internación de los pacientes y produce muertes prematuras innecesarias. En el abanico de soluciones tentativas contra la resistencia antimicrobiana, avanza el desarrollo de la fagoterapia o terapia de fagos, una intervención que usa a virus, que se llaman fagos o bacteriófagos, que atacan específicamente a las bacterias.
Los fagos son virus que están por todas partes, desde el suelo hasta el intestino humano. A diferencia de muchos antibióticos, que eliminan las bacterias nocivas y pueden alterar la microbiota, cada fago se dirige más específicamente a cepas o especies bacterianas.
Hay 55 ensayos clínicos controlados registrados en la plataforma de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, que se están llevando a cabo para evaluar la eficacia y la seguridad de diferentes terapias con fagos en pacientes.
Por esa especificidad, la terapia con fagos está recibiendo más atención en los países desarrollados como potencial tratamiento contra las infecciones, especialmente las causadas por bacterias multirresistentes.
En algunos países, la intervención con fagos se indica por autorización como “uso compasivo” en pacientes que están al borde de la muerte porque no responden a los antibióticos.
Recientemente, en el Reino Unido se hizo una encuesta en línea con 787 personas para evaluar si la gente conoce y aceptaría recibir un tratamiento con fagoterapia.
Las investigadoras que organizaron la encuesta, con el liderazgo de Vicki Gold de la Universidad de Exeter, encontraron que la aceptación de la terapia con fagos entre el público no especializado ya es moderada, con una probabilidad media de aceptación de 4,71 en una escala de 1 (nada probable que acepte la terapia con fagos) a 7 (muy probable que la acepte).
También detectaron que cuando se invita a pensar en nuevos medicamentos y en la resistencia a los antibióticos, se aumenta significativamente la probabilidad de que las personas estén dispuestas a utilizar la fagoterapia, según reportaron en el trabajo publicado en la revista Plos One.
“El problema de la resistencia antimicrobiana ha sido acelerado por la pandemia por el COVID-19. Además hay muy pocas moléculas nuevas para usar como antibióticos en los pacientes. En ese contexto, el desarrollo de la fagoterapia, que ha estado avanzando durante los últimos diez años como una potencial intervención, se ha vuelto clave”, dijo a Infobae la médica Leda Guzzi, que fue disertante en una jornada virtual sobre el tema de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y es miembro de la Sociedad Europea de Microbiología clínica y enfermedades infecciosas.
“Vale aclarar que la fagoterapia no es una alternativa de reemplazo de los antibióticos sino que se podría usar como complementaria. Ya recibió atención en los países desarrollados, donde se han creado centros especializados en fagoterapia y se hacen ensayos clínicos para evaluar eficacia y seguridad. Sería importante que en los países en desarrollo también se hiciera más investigación según las necesidades regionales o locales”, señaló Guzzi.
En realidad, se está viviendo un renacimiento de la fagoterapia. Porque sus orígenes se remontan a más de 100 años atrás. El microbiólogo franco-canadiense Felix d’Herelle y el británico Frederick Twort fueron pioneros en el estudio de los fagos. En aquella época se probó la eficacia de esa terapia para tratar desde la fiebre tifoidea hasta el cólera.
Los primeros estudios fueron prometedores, pero a menudo estaban mal diseñados para los estándares actuales. Además, los resultados de las investigaciones se publicaban en revistas que no estaban en inglés, lo que los hacía en gran medida inaccesibles para los científicos occidentales, según un artículo de Madeline Barron, de la Sociedad Estadounidense de Microbiología.
En la década de 1940, varias empresas farmacéuticas estadounidenses produjeron preparados de fagos para tratar diversas infecciones. Sin embargo, la fagoterapia quedó en el olvido en varios países: había escepticismo en cuanto a su eficacia y un uso inadecuado. Después de la Segunda Guerra Mundial, la investigación y el uso de la terapia con fagos continuó en los países de Europa del Este, donde persiste en la actualidad.
El desarrollo de los antibióticos revolucionó el tratamiento de las infecciones bacterianas, que se convirtieron en medicamentos de uso frecuente.
“Los fagos se están investigando nuevamente porque hay cada vez más bacterias multirresistentes a los antibióticos. Su principal ventaja es que son muy específicos de la especie bacteriana. Esto hace que al usarlos, no se afecten a las otras bacterias del organismo. Además al tener una acción muy rápida no suelen generar resistencia”, explicó a Infobae la doctora Leticia Bentancor, licenciada en biotecnología, doctora en ciencias básicas y aplicadas e investigadora en fagoterapia del Conicet y la Universidad Nacional de José C. Paz.
En países desarrollados, “la terapia se ha usado para infecciones bacterianas intrahospitalarias y para infecciones crónicas, como el caso en que se infecta una prótesis. Se usan en casos en hay una infección bacteriana que no responde a ningún antibiótico, aunque aún no son masivos”, aclaró Bentancor. Esta investigadora argentina trabaja en el desarrollo de una endolisina -que es derivada de un fago- para el tratamiento de la mastitis bovina, que es una inflamación de la glándula mamaria en los animales.
Desde Bélgica, el científico Jean-Paul Pirnay, quien investiga en fagoterapia en el Hospital Militar Reina Astrid de Bruselas, comentó a Infobae que aún hay diferentes desafíos para que la fagoterapia llegue a usarse masivamente en el futuro. “No muchos productos de fagos podrían pasar por la vía convencional de desarrollo y comercialización de fármacos”, sostuvo.
Es que los mecanismos de evaluación para autorizar las intervenciones aún no estarían adaptados para la fagoterapia. “Estos productos solo estarán dirigidos a especies bacterianas comercialmente viables e indicaciones clínicas”, afirmó Pirnay. Este investigador ya probó la fagoterapia en más de 100 pacientes en Bélgica.
“Los enfoques personalizados y flexibles son aún más difíciles en la vía tradicional de regulación. No muchos países tienen la suerte que tenemos en Bélgica, de tener legisladores y reguladores que desarrollaron un marco adecuado y flexible con nosotros. Sin embargo, incluso teniendo tal marco, la logística de los enfoques personalizados y flexibles es muy difícil”, opinó el experto.
Las terapias con fagos podrían tener beneficios, aunque queda un largo camino por recorrer. Están pendientes los ensayos clínicos en curso, pero algunos resultados son auspiciosos.
En mayo pasado, un equipo internacional de científicos creó el primer candidato a fármaco basado en la tecnología de edición genética CRISPR que ataca directamente a la bacteria Escherichi coli y deja intacto el microbioma. El estudio se hizo en ratones y se publicó en la revista Nature Biotechnology.
Los investigadores lograron ese candidato a fármaco tras analizar una biblioteca de 162 fagos naturales. Descubrieron que ocho de esos fagos podían atacar a la bacteria y luego los modificaron mediante edición genética para mejorar esa capacidad. Los científicos consideraron que, si se comprueba en ensayos clínicos con voluntarios humanos, esa intervención podría ser útil para personas con cáncer, que suelen contraer infecciones graves que son difíciles de tratar con los antibióticos actuales.
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