John William Cooke: primero lo quiso matar, después lo tuvo que votar
Para 1950, tanto John William Cooke como Arturo Frondizi eran diputados. Cada uno representaba a los polos opuestos de un país en grieta permanente. Un abismo separaba, en aquellos años, a los que gobernaban y sus simpatizantes del resto de los mortales. Y en la Cámara de Diputados eso se reproducía a la perfección.
La Cámara era un hervidero en donde peronistas y anti peronistas chocaban de modo insistente. Unos provocaban, los otros respondían. Y para peor de males, buena parte de los que se cruzaban tenían el mismo origen: buena parte de ellos habían sido radicales, hasta que un río correntoso llamado Juan Domingo los dividió.
El 22 de junio de 1950, Mauricio Yadarola, diputado nacional por Córdoba, radical pero, más que eso, antiperonista, presentó un proyecto de ley en donde se refería a Perón como un dictador y establecía analogías entre Hitler y el presidente argentino. Fue apenas el inicio. La Cámara explotó entre los integrantes de una y otra bancada. John William Cooke tomó la lanza para defender al gobierno y a su jefe. Cooke los conocía porque, como casi todos, él también había sido radical.
Después de las palabras del hombre al que llamaban ‘el Gordo’, quien respondió fue otro peso pesado de la UCR. Arturo Frondizi. Que se había iniciado junto a Cooke en el amor a Yrigoyen. Mientras el peronista se alejaba de la escena, el futuro presidente le espetó:
_ ¡Cooke¡ ¡Cooke! ¡No te vayas¡ ¡Te quiero decir algo¡ Que te quede bien claro: vos practicás la fe de los conversos.
La reacción fue inmediata. Debieron agarrar entre varios a Cooke, que pretendió responder con sus puños. Héctor Cámpora, futuro presidente de la Nación y que por entonces conducía la Cámara de Diputados, tuvo que intervenir para impedir el ring de box.
Pero no todo quedó ahí. Al final de la sesión, Cooke buscó a Frondizi, le dijo que el converso era su partido, la UCR, que se había olvidado de sus principios y le advirtió:
_ Esto sigue.
Horas después, sus padrinos avisaron a las huestes de Frondizi que John William exigía una reparación por las armas. Eso, por entonces, no tenía otra traducción que duelo a muerte.
Uno, asmático, jamás había practicado algún deporte y su única habilidad era la labia. El otro usaba unos anteojos culo de sifón y el mayor ejercicio que había hecho en su vida era leer libros. Dos expertos en el chamuyo parlamentario y de barricada que jamás habían tirado un tiro se enfrentaban ahora en un duelo de caballeros.
Oscar Albrieu, el tucumano de origen radical que había estudiado Derecho en Córdoba, era el padrino de Cooke. Zavala Ortiz, que 5 años después pilotearía los aviones con la leyenda Cristo Vence, era el padrino de Frondizi. Acordaron la cita, apenas un día después del debate: 23 de junio de 1950 en algún lugar brumoso de Buenos Aires, en un descampado donde nadie pudiera verlos.
Cuando el reloj anunció las 4 de la tarde de ese 23 de junio, cada diputado llegó al lugar indicado. No hubo saludos entre los duelistas. Ni una mirada que expresara un ápice de arrepentimiento frente a la práctica medieval del duelo. Hubo un intento de reconciliación. Ninguno aceptó. Tomaron sus pistolas, midieron sus espaldas y caminaron, cada cual para su lado, los 25 pasos establecidos. Eran las 4 y 20 de la tarde. Se escuchó la orden de fuego y Cooke, la mano izquierda de Perón, y Frondizi, el futuro presidente, giraron sobre sí mismo y dispararon a matar.
El peronista pretendió poner su bala entre los anteojos del radical. El radical buscó darle al cuerpo voluminoso del peronista. Pero donde pusieron el ojo no pusieron la bala. Los dos erraron abismalmente sus disparos, como era de esperar: para dos buenos parlamentario no hay mejor duelo que el que se bate con la lengua.
Los padrinos buscaron una vez más la reconciliación. No hubo caso. El odio fue más fuerte y jamás, los viejos correligionarios, volvieron a hablarse en vida.
Pero Cooke debió soportar lo peor apenas 8 años después. Como delegado de Perón, fue el responsable del acuerdo entre el viejo líder exiliado y el candidato a presidente de la Unión Cívica Radical Intransigente, don Arturo Frondizi. Un 23 de febrero de 1958, Cooke entraba al cuarto oscuro y se veía obligado a votar al hombre al que le había intentado matar.