Perón: un domingo de triunfo, alegría y falsa calma
Apenas cuatro fórmulas disputaron la presidencia el 23 de septiembre de 1973. Fueron, y serán, las elecciones con menos candidatos en la historia y en el futuro del país. No fue casualidad: no hubo sorpresas ni expectativas. Fue la última elección en la que participó Juan Domingo Perón. La que ganó sin ninguna dificultad.
Sin tecnología ni vedas ni medios especulando con la información, a las 6 de la tarde de aquel domingo 23 se confirmó sin sorpresas: Perón era el nuevo presidente. Estela Martínez, conocida popularmente como Isabelita Perón, era la nueva vicepresidenta. La primera mujer de la historia en el mundo en ocupar ese lugar.
No hubo, ese domingo, hechos de violencia, siempre latentes en 1973. Apenas algunas controversias, leves desmanes menores durante el día. Por ejemplo:
Una urna que se intentó quemar, una electora que no salía del cuarto oscuro porque dibujaba en el pizarrón del aula el rostro de uno de los candidatos –‘le salió muy bien’, dijo después el presidente de mesa– y un señor que no podía votar porque el almacenero le había retenido la libreta de enrolamiento por una deuda. Debió intervenir la policía.
En el mástil de la terminal de ómnibus de Cosquín flameó la bandera del ERP. Al pie, un paquete que decía:
_ Cuidado, zona dinamitada.
Adentro tan sólo había folletos de la agrupación. Ninguna dinamita. En otra parte de la provincia, militantes del mismo grupo guevarista repartieron su propia boleta electoral:
“Voto por los Héroes de Trelew, la democracia y el socialismo”.
Ninguno fue detenido. Tampoco votado.
Jorgelina Nélida Gómez de Cabrera, de 66 años, no tuvo la misma suerte. Votó, como siempre, en el Pablo Pizzurno. Al entrar al cuarto oscuro, dejó al lado de los votos una buena cantidad de folletos del FreJuLi.
_ ¿Por qué Jorgelina Nélida? ¿Por qué hizo eso?
_ Me los dieron para que hiciera propaganda; y como no sabía dónde dejarlos, los puse ahí.
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En Buenos Aires, Perón pasa el domingo esperando los resultados en la Quinta de Olivos que ocupa el presidente interino Raúl Lastiri. De a poco van llegando López Rega, Julio Yessi, Norma Kennedy, Eladio Vázquez, Lorenzo Miguel y José Ignacio Rucci. En las primeras horas de la tarde es oficial que logra lo que nadie hubiera imaginado hace dieciocho años: un triunfo arrasador. Igual, no se muestra entusiasmado con la reparación histórica:
_ Ni aquella vez hubo expectativas ni en esta, porque uno ya está un poco desencantado. Y un gran triunfo no provoca una gran euforia, ni una caída tanta decepción. Yo estoy un poquito curtido -dice el general-.
_ No se lo ve muy feliz -insiste un periodista-.
_ Ya tantas veces pasé por esto, y siempre igual…
Los votos recibidos son más que los esperados. El general ha recolectado por todos lados, superando holgadamente la elección de Cámpora de hace pocos meses atrás. Le preguntan por qué cree que ha pasado tal fenómeno.
_ El PC, que antes votó por otro, hoy nos apoyó. Yo no creo que los comunistas hayan votado por mí, pero por lo menos lo prometieron.
_ ¿Cuáles serán sus planes económicos?
_ Qué le puedo decir. Si yo todavía no sé seguro nada de eso. Para qué me voy a poner a hablar. Hay un plan que se va a realizar, esa es la base.
Balbín, el gran derrotado, el que pudo haber sido hoy el vicepresidente electo de acuerdo al deseo de Perón, debe reconocer su cuarta caída como candidato a la presidencia.
_ ¿Se volverá a presentar?
_ No tenga ninguna duda.
_ ¿Qué diferencias hay entre el Perón de 1946 y el de 1973?
_ Para reconocer a un rengo, primero hay que verlo caminar. Veámoslo caminar y después sabremos cómo está.
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En Córdoba, con el triunfo consumado, Atilio López, el vicegobernador, se reúne con Obregón Cano cerca de las 10 de la noche en la Casa de Gobierno. Después de una breve conversación, López viaja rumbo a los festejos en la sede del PJ, en la avenida Yrigoyen. Obregón no va. Antes de la medianoche, abandona la sede del poder.
_ No, no voy a hablar. Este es el triunfo del partido y no del gobierno.
Por primera vez desde que asumió, el gobernador se tomará unos días de descanso. Algún lugar de la provincia lo recibe sin contar que recibe al gobernador. Dicen algunos que está en Thea. No hay registros, ni previos ni posteriores, que indiquen que un gobernador de la provincia haya ido a tan pequeño poblado de la zona de Punilla.
El triunfo otorga alegría popular a los ganadores y cierta calma a los que quedaron atrás. Todo el mundo cree que Argentina ha recuperado el sendero del sosiego. En 48 horas, un crimen político inesperado advertirá que no, que no es como creen ganadores y perdedores. El asesinato de Rucci es la alarma que avisa que lo peor, en la Argentina, está por venir.