Provinciales

Hugo Olivo, el hombre que frenó el motín en la cárcel de San Martín: «Fue lo más parecido al infierno»

Los primeros momentos

“Yo estaba tomando examen en la Universidad cuando me dieron la noticia de que había un problema en el penal de San Martín”, recordó el sacerdote Hugo Olivo en una entrevista a las radios de los SRT. Ese “problema”, pasaría a ser la tragedia carcelaria más significativa en la historia de Córdoba, y ese hombre que “estaba tomando examen”, es rememorado hasta hoy como una pieza clave para evitar un final aún más catastrófico.

Al principio, se encontraba un poco confundido: “Me costó imaginar que en un día de visita aconteciera un motín. Yo hacía desde el año 89´ que estaba en el penal y desde el 99´ que era capellán, y una regla que siempre se tenía que cumplir era que los días de familia eran sagrados”. Posteriormente, cuando llegó al lugar de los hechos, la confusión se transformó en horror.

Eran cerca de las siete de la tarde cuando Hugo, el "Padre Hugo", arribó a una escena que recordará para toda la vida: “Cuando llegué vi lo peor que podía ver. La cárcel se estaba incendiando, el jefe de Seguridad estaba en la vereda y había un montón de familiares e internos en el techo del penal, pidiendo que se haga algo para revertir la situación". "Estaba el negociador del Gobierno, creo que se llamaba Claudio Vignetta, él estaba negociando y cada vez las cosas se ponían más tensas. Los internos que estaban en el techo comenzaron a gritar que por favor ingresara y los ayudara. Yo pedía por favor que me dejaran intervenir".

La confianza: en el cura sí, en la policía no

Gracias a la confianza y al cariño que los internos sentían por él, Hugo se puso la negociación al hombro (todavía desde las afueras de la cárcel). Desde adentro liberaron algunos rehenes y personas heridas, pero cuando todo parecía enderezarse, se torció de golpe: “Hubo un episodio de mucha confusión; la gente del ÉTER mató a un interno que estaba en los techos del penal. Entonces ahí hubo un momento de quiebre, y yo también tomé otra posición, porque dejé de creer en la mediación que tenía el Gobierno”.

La policía en las afueras de la cárcel.

Ante la falta de ayuda externa, el padre Hugo se autogestionó: “Cuando empezó la primera claridad, no recuerdo el horario, ingresé por una de las salitas de requisa, y por esa ventanita entré al penal. No se podía ingresar por la puerta delantera, porque estaba cerrada por cuatro o cinco candados.

Ahora sí, desde adentro

"Lo primero que me pasó fue algo que me tocó el corazón, porque apenas ingreso un interno me acerca el corporal con las hostias consagradas del día anterior. Eso tenía un significado para mí y para ellos, porque yo les había dicho que si algún día pasaba algo, lo que ellos tenían que hacer era custodiar la eucaristía. Entonces para mí esto fue un signo de que no había ninguna persona muerta dentro del penal”.

Una vez dentro de la institución carcelaria, el párroco le pidió colaboración a los internos: “Voy a necesitar que me entreguen a los rehenes y familiares, para que podamos entregar el penal y todo quede en paz”. En ese momento, obtuvo una respuesta cuanto menos picante: “Mire padre, si esto no pasa así, yo soy el primero que te corta el cogote”. En el futuro, esa persona supo tener una gran relación con el sacerdote y colaboró en la Pastoral Social hasta que salió en libertad.

El padre Hugo Olivo, algunos meses después del motín. Por su valor, y haciendo alusión a una novela de la época, lo llamaban "Padre Coraje".

“Me subí a unos cajones de gaseosa y me comuniqué como pude, porque eran más de 500 personas las que estaban en ese lugar, para que los internos empezaran a ingresar en los pabellones. En unos minutos pasó algo increíble, empezaron a ingresar, hasta trotando, y a poner en tachos o en mantas los elementos que habían sacado de la sala de armas". Parece un relato bíblico, pero no lo es. Los internos siguieron al pie de la letra los pedidos de su guía espiritual. Tal vez, en una reflexión muy barata, los internos decidieron hacer caso a alguien que los trataba como pares, sin denigrarlos de manera constante. Tal vez no se pueda decir lo mismo de las autoridades de aquellos y estos momentos.

El final

Después de varias horas de negociaciones, el representante de la Iglesia logró su objetivo: “Como al mediodía pude terminar con esta recorrida, salir y encontrar a quien estaba representando al fiscal federal. Le pedimos que ingresaran y fiscalicen que estaba todo en orden. Ahí se me ocurrió que yo le iba a entregar a todos los internos, pero necesitaba tener un respaldo. Estaban todos los canales de televisión, ellos nos prestaron las cámaras y el papá de un interno fue filmando, hasta que fueron cerrando cada uno de los pabellones y pudimos devolver el penal en condiciones”.

Las responsabilidades

Resulta bastante obvio pensar que, en un hecho como el se vivió, las responsabilidades son compartidas: “Yo creo que el culpable en ese momento era la política de turno, que era ineficaz, el servicio penitenciario, que nunca estuvo preparado para poder acompañar educativamente, en una cárcel que estaba hacinada de personas que necesitan educarse como corresponde. También éramos culpables como sociedad, porque nos desentendíamos de ese problema, y a los que nos tocaba tener un familiar privado de la libertad, nos dábamos cuenta de que eso era terrible. Cuando denunciábamos no éramos escuchados”.

Su vida hoy

Actualmente, Hugo se dedica al ámbito educativo: “Trabajo como profesor universitario, soy investigador de la Universidad; estoy full time trabajando en educación en la Facultad de Derecho”. Mantiene los hábitos, ya que no renunció al sacerdocio, pero no se lleva bien con la Iglesia y quienes la administran, por lo cual no tiene parroquias a su cargo.

Hugo Olivo, en una entrevista con Canal 10.

Reflexiones finales

"Creo que lo dije en los medios en aquel tiempo, fue lo más parecido a lo que pienso que puede ser el infierno".El sacerdote recuerda haber estado en lugares oscuros, casi terroríficos, pero hoy tiene bien en claro quienes trabajaron para solucionar la situación: “Para mi sorpresa, no fue la gente de poder, no fue el gobernador o la gente de mucho estudio. No vi ningún juez recorriendo la cárcel, y vi que los propios internos, hasta algunos de ellos analfabetos, fueron los que ayudaron a resguardar las personas que estaban ahí adentro”.

Hugo Olivo no se identifica como un héroe, su humildad nunca se lo permitiría. De hecho, tal vez no sea un adjetivo calificativo adecuado, porque no fue la única persona que mostró buena predisposición y voluntad para que el conflicto termine. Sin embargo, cuando alguien enumere una lista de razones por las cuales esta historia no terminó con un centenar de muertos, en el primer renglón de ese listado figurará el nombre de Hugo Olivo.

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