Provinciales

Se cumplen 20 años del motín de la cárcel de San Martín

Se cumplen 20 años del motín que sacudió Córdoba hasta sus cimientos. Eran cerca de las 3 de la tarde del 10 febrero del año 2005 cuando los amotinados tomaron el control de la cárcel. La insurrección duró más de un día y concluyó cuando los presos rindieron el penal a las autoridades. Decenas de heridos y ocho muertos fue el saldo que dejó este trágico hecho.

¿Qué provocó el amotinamiento?

Son varias las razones que yacen detrás del motín. El hacinamiento inhumano fue el caldo de cultivo sobre el que se basó todo. En el penal convivían más de 1600 presos, cuando la capacidad máxima era de 800 internos, prácticamente el doble. El hacinamiento obviamente generó roces y peleas entre los reclusos.

La tropa de guardiacárceles estaba pobremente capacitada y diezmada. Se calcula que cada guardia tenía que vigilar a casi 60 reclusos. Las violentas requisas que los oficiales realizaron en los días previos al motín fueron configurando el escenario que explotó el 10 de febrero.

El detonante final fue el cambio en los regímenes de visita. El Servicio Penitenciario había decidido reducir los días y horarios de visita. El nuevo reglamento también dictaminó que ninguno de los visitantes podía tener antecedentes penales lo que llevó a que muchos reclusos se quedaran sin ver a sus familias.

El día del motín

Bajo un abrasador calor veraniego, el 10 de febrero de 2005 revoloteaba por el barrio de San Martín un denso clima que anticipaba lo que ocurriría horas más tarde. Justamente, era día de visita y la cárcel estaba abarrotada de personas. Una pelea entre los reclusos de los pabellones 5 y 6 fue la chispa que desató el incendio.

Pronto, como reguero de pólvora, se extendió por todo el penal un desconcierto generalizado. La pelea se transformó en batalla campal y quedaron en medio las decenas de familias que estaban allí.

El director de la cárcel, Daniel Corso, comandó a un puñado de guardiacárceles que intentaron apaciguar el conflicto y rescatar a los civiles. Por un error, desde fuera del penal ordenaron abrir las puertas de los pabellones y el pequeño grupo de oficiales quedó en medio de cientos de presos que los desarmaron.

Los presos se hicieron con las armas que les quitaron a los guardiacárceles y otras tantas que encontraron en un taller de reparación. La revuelta había escalado y se transformó en motín.

El guardiacárcel Walter Montenegro suplica por su vida / Imagen: La Voz del Interior

Los internos tomaron el control, clausuraron las puertas de ingreso y coparon los techos de la cárcel exhibiendo armas y amenazando con arrojar al vacío a algunos oficiales del servicio penitenciario.

El rumor del motín se esparció y, en cuestión de minutos, el tranquilo barrio de San Martín colapsó y fue escenario de un evento con magnitudes de las que no se tenía precedente.

Familiares observan a los presos copar la cárcel

La imagen que recorrió el mundo

Pasadas las 20 horas un grupo de presos intentó fugarse en un camión. Llevaban de escudo humano a un guardiacárcel. La policía de Córdoba desató una balacera infernal contra el camión que recorrió unos cuantos metros y terminó impactando contra un árbol.

Fueron apenas 30 segundos televisados que recorrieron el mundo como la cara más violenta del motín. Fueron 30 segundos que terminaron con 4 presos y un guardiacárcel muerto.

La fuga frustrada quebró la resistencia de los presos. A partir de ese momento los amotinados cedieron y comenzó el periodo de negociación encabezado por las autoridades, el sacerdote Hugo Olivo y el padre de uno de los reclusos.

La negociación

Gustavo Vidal Lascano, en ese momento Fiscal General de la Provincia, armó el grupo que negoció con los reclusos para que depongan el motín.

Escapa a la memoria de muchos cómo y quiénes fueron los que trabajaron para pacificar la situación. Un actor fundamental fue el sacerdote Hugo Olivo, capellán de la cárcel. Conocido y respetado por los internos, fue el garante de paz que nombraron los presos a cambio de disolver la sublevación.

Gracias a su incansable tarea, se desactivó el motín evitando una violencia mayor. Su garantía de paz fue el dique contenedor que explica porque no hubo ni un solo muerto dentro del penal tras la rendición.

Las víctimas del motín

Como resultado de los violentos tiroteos entre efectivos policiales y amotinados, las trágicas jornadas dejaron un saldo de 8 personas muertas. Cinco fueron presos, dos guardiacárceles y un solo policía.

Internos: Victor Bazán, Gabriel Rivarola, Walter Romero, Cristian Rogido y Daniel Álvarez.

Guardiacárceles: Andrés Abregú y Pablo Ferreyra.

Policía: Roberto Cogote.

El saldo final

La total responsabilidad por los hechos recayó en Graciela Lucientes de Funes, jefa del Servicio Penitenciario, que fue desplazada. Daniel Corso, el director de la cárcel, también corrió con la misma suerte. Las esquirlas del motín más sangriento de la historia reciente de Córdoba no impactaron en la política. El gobernador Jose Manuel de la Sota salió indemne, así también su ministro de Seguridad Carlos Alesandri que en ese momento estaba de vacaciones en Brasil.

En 2008 comenzó a juzgarse a los presos que provocaron la revuelta. Como resultado de ese proceso, la Justicia encontró culpables y condenó a 55 de 59 acusados. Ningún responsable político fue siquiera investigado. Tampoco fue puesto bajo la lupa judicial el desempeño policiaco ni del Servicio Penitenciario.

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