Provinciales

Golpe de 1955: Córdoba la heroica (y antidemocrática)

El golpe de Estado contra Juan Domingo Perón en 1955 tuvo a Córdoba como escenario principal a nivel nacional. Sabían los golpistas que no había otro lugar en el país para iniciar la asonada. Sabía el propio Perón que aquí se iniciaría todo. Había sido Córdoba, desde 1946, el distrito menos peronista del país: si bien había ganado todas las elecciones, en Córdoba el peronismo había obtenido los menores márgenes a nivel nacional. Ninguna otra provincia había sido tan esquiva al fenómeno que dio vuelta para siempre a la Argentina.

Por eso sabía Perón que acá debía ponerse un freno. Lo intentó con los cuadros intelectuales y políticos más destacados de Córdoba, históricamente antiperonistas pero no antidemocráticos. De poco sirvió que los Garzón Maceda, Juan Zanetti (padre del futuro Oscar cordobés), el psiquiatra Gregorio Bermann y unos 40 hombres más intentaran detener lo que parecía inevitable. De poco sirvió.

Por la misma razón sabían Eduardo Lonardi y el cordobés Pedro Eugenio Aramburu que aquí todo debía iniciarse. Lonardi, enfermo de cáncer, retirado de la fuerza, movilizado por el poder de la espada y de la cruz, tomó un colectivo en Buenos Aires en la noche del 15 de septiembre. A las 10 horas descerrajó su primer disparo a la cabeza de un general cordobés que no quiso sumarse a la conspiración. La mala puntería del golpista hizo que apenas lo hiriera en una oreja. Ya no había marcha atrás.

El golpe que históricamente se circunscribe al 16 de septiembre de 1955 no se consumó en un sólo acto. Córdoba fue escenario de batallas campales a plena luz del día durante una semana completa. Desde Alta Córdoba los rebeldes y los comandos civiles fueron tomando cada uno de los puntos trascendentales para hacer retroceder a las fuerzas leales a Perón. Las arterias de la ciudad docta fueron arrasadas por las metrallas del golpe. La obra de Lonardi fue festejada por buena parte de la población. Y, sobre todo, por un actor social cordobés fundamental.

Ese actor en la Roma de América latina (así se le dijo a Córdoba durante muchos años) no podía ser otro que la Iglesia Católica. Durante casi todo el peronismo, la Iglesia fue socia del general destituido. Pero en los últimos meses del gobierno nacional, el enfrentamiento entre los socios escaló a niveles inimaginados: lo que comenzó con el fin de la educación religiosa en las escuelas y el divorcio vincular concluyó con la quema de iglesias. Y en Córdoba tal afrenta se pagaría cara.

Lo que sigue a continuación es una carta real e íntima escrita por un sacerdote católico a una familia cordobesa. En pocas líneas da cuenta del sentimiento religioso en torno al golpe del ‘55 y, ante todo, del rol protagónico de Córdoba, la heroíca (y antidemocrática).

_ ¡Viva Córdoba!

*
Córdoba libertadora, 23-IX-55

Me imagino cómo rebosará vuestro corazón cordobés por haberle dado a la patria desde este centro geográfico y católico, la libertad ansiada por todos los argentinos.
Córdoba luchó con valentía y heroísmo y con el signo invencible de la cruz conquistó una historia brillante que habrán de recordar y agradecer eternamente las páginas de nuestra historia.

¡Viva Córdoba y sus felices moradores que generosamente expusieron sus vidas para librarnos del oprobio y de la tiranía!
Gracias a Dios estoy muy bien. Hemos pasado dos noches bravísimas. Tuvimos que evacuar el Instituto cuatro o cinco días… pues cerca nuestro están los carteles donde se libró la primera batalla de la liberación.

Lucas Tessore
Sacerdote católico

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar