Solo el 15% de las niñas y los niños de 5 a 11 años tiene un refuerzo contra el COVID
Las clases 2023 ya comenzaron en las 24 jurisdicciones de la Argentina, pero solo el 15% de las niñas y los niños que tienen entre 5 y 11 años han sido acompañados para recibir la dosis de refuerzo contra el COVID.
En adolescentes, el 60% todavía no fue a recibir el primer refuerzo. En niñas y niños más pequeños (los que tienen entre 3 y 4 años), la cobertura con el refuerzo aún no superó el 4%, según el último boletín epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación.
Hace tres años, la infección por el coronavirus empezó a diagnosticarse en el país. A fines de 2020, se largó el plan de vacunación que aplicó primero el esquema primario de dos dosis, y luego los refuerzos. Pero la adherencia a las dosis de refuerzo en las infancias aún sigue siendo baja.
Aunque la vida cotidiana sigue hoy con la movilidad que había antes de marzo de 2020 y ya casi no se ven personas con barbijos por las calles, la pandemia por el coronavirus aún continúa. Todavía sigue siendo una emergencia de salud pública de importancia internacional como ratificó el comité de expertos reunidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 30 de enero pasado.
Los expertos que integran ese comité coincidieron en que el COVID “sigue siendo una enfermedad infecciosa peligrosa con capacidad para causar daños sustanciales a la salud y a los sistemas sanitarios”, aunque reconocieron que la pandemia “puede estar acercándose a un punto de inflexión”.
Días previos al inicio de clases, la cartera de Salud, a cargo de Carla Vizzotti, difundió en sus redes sociales consejos de salud para las familias: “Controlá que tengan todas las vacunas del calendario nacional y contra COVID-19 según su edad”. Sin embargo, muchas familias no han decidido aún ir por las dosis que están disponibles en los vacunatorios públicos de todo el país.
Desde el inicio de la pandemia, han fallecido 253 niñas y niños en el país, según el análisis de datos de Jorge Aliaga, doctor en física de la Universidad Nacional de Hurlingham a partir de los datos abiertos del Ministerio.
La primera dosis de refuerzo para la población de 5 a 11 años había sido autorizada el 24 de mayo del año pasado a partir del consenso entre el Consejo Federal de Salud (COFESA) y el Ministerio de Salud el apoyo científico de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
En ese momento se habilitó la inmunización con vacunas basadas en plataformas de ARN mensajero que tenían que ser administradas 120 días después de haber completado el esquema primario. Esas vacunas fueron evaluadas durante 2020 y demostraron ser eficaces y seguras para prevenir complicaciones y muerte por la infección.
Eso significa que la primera dosis de refuerzo ya está disponible hace más de 9 meses para la población de 5 a 11 años, pero el 85% aún no la recibió. En cambio, en los adultos hubo una mayor adherencia. La cobertura de la población de 18 y más años llega al 61%. En el grupo de 50 y más años la cobertura es del 73,7%.
Hay diferentes razones para explicar la baja cobertura con el refuerzo en los chicos. “Esas cifras bajas se deben por un lado, a que los efectos de la enfermedad COVID-19 en niñas y niños no llegó a tener las mismas consecuencias que entre adultos”, señaló a Infobae la doctora en ciencias sociales Karina Inés Ramacciotti, investigadora principal del Conicet y de la Universidad Nacional de Quilmes.
“Si bien se enfermaron y contagiaron, los efectos de la infección no fueron graves en muchos niños y por lo tanto no llegó a constituir un problema con tanta repercusión como lo fue el contagio entre personas adultas”, comentó. “La campaña de vacunación estuvo atravesada por las mismas incertidumbres que la de adultos, sumado a su no obligatoriedad y las resistencias habituales por las molestias de la inoculación y sus consecuencias posteriores”, resaltó.
Otra razón es el cambio de la situación epidemiológica de los últimos meses. “En la medida en que los índices de transmisión disminuyen y sus consecuencias son más leves se genera entre los familiares responsables un mayor relajamiento. Eso conduce a una minimización de la importancia de la vacunación como mecanismo de prevención”, explicó Ramacciotti.
“Las campañas de comunicación sobre la vacunación han disminuido lo cual repercute en la difusión de información confiable. Además, en ciertos lugares del extenso territorio nacional, los centros habilitados para la vacunación se han reducido lo que incrementa las dificultades para que los familiares acompañen a niñas y niños”, detalló.
En 2021, la científica del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del Conicet, la doctora en ciencias sociales Gabriela Irrazábal y colegas hicieron una encuesta en línea a 4532 personas de todo el país. Dentro de ese total, 953 personas convivían con niñas, niños y adolescentes contestaron sobre vacunas: “No encontramos que hubiera un rechazo a la vacuna en general en los entrevistados”, contó la investigadora a Infobae.
“Pero a través de esta encuesta observamos que un grupo de padres tenía dudas con respecto al origen de las vacunas contra el COVID-19 específicamente y sus beneficios. También había pediatras que no la recomendaban. Otros padres tampoco. Esa confluencia de opiniones podría haber influenciado en que la adherencia a la inmunización en las infancias fuera menor que en los adultos”, sostuvo Irrazábal.
La demora en ir a aplicarse las dosis tiene que ver además con un fenómeno global de vacilación ante las vacunas. En 2019 ya la OMS lo había advertido como una de las 10 amenazas para la salud pública.
De acuerdo con el sociólogo Hugo Mercer, secretario general de Asociación Argentina de Salud Pública (AASAP), “los gobiernos tienen que distinguir entre conductas derivadas de una moda entre padres de sectores sociales pudientes, tal como se da en varios países ricos, que deciden rechazar la aplicación de algunas vacunas, de conductas derivadas de rumores o información falsa o engañosa que voluntaria o involuntariamente se difunden por las redes o medios de comunicación más formales. Y para cada grupo se deberían desarrollar respuestas adecuadas”.
Hoy la investigación conductual -afirmó Mercer- pasó a ocupar un lugar importante junto a lo que se indaga en laboratorios o en ámbitos de producción de vacunas. “Hay que mantener y a veces, recuperar la confianza de la sociedad en las vacunas que han salvado y salvan la vida de millones y millones de personas en todo el mundo”, expresó en diálogo con Infobae.
En la Argentina, el esquema primario de vacunación contra COVID para niños se había habilitado para los que tenían enfermedades previas en agosto de 2021. Dos meses después, se amplió al resto de la población de 5 a 11 años.
En noviembre pasado, expertos de la cartera de Salud, liderados por Juan Manuel Castelli, publicaron en la revista The BMJ un estudio de casos y controles que involucró a más de 844.000 niños y adolescentes de Argentina. Evaluaron la efectividad clínica de la vacunación con dos dosis.
Encontraron que la efectividad de la vacuna fue de aproximadamente 61 % a 65 % contra todas las infecciones durante el período de predominio de la variante Delta del coronavirus y de 15 % a 26 % durante el período de predominio de Ómicron. La efectividad de la vacuna contra la muerte durante el predominio de Ómicron fue del 66,9% en niños y del 97,6% en adolescentes.
Con el paso del tiempo, la protección de las dosis decae y por eso se necesita recibir los refuerzos. Si hoy en marzo de 2023 hay tantos chicos sin los refuerzos al día, ¿qué riesgos puede tener para su salud que vayan a clases en espacios cerrados, donde es más favorable la transmisión del virus?
Desde la Sociedad Argentina de Pediatría, la doctora Gabriela Ensinck contestó a Infobae: “Las dosis de refuerzos siempre importantes. Cuando se recibió el esquema primario, el refuerzo permite que los anticuerpos aumenten y se prolongue su duración en el tiempo. Más allá de que hayan pasado más de 4 meses de haber recibido la segunda dosis, los chicos deberían ir a recibir el refuerzo. No se empieza de nuevo desde cero”.
También se genera otra pregunta: Si los chicos sin los refuerzos al día fueran a la escuela y se contagiaran el coronavirus durante las próximas semanas, ¿podrían impactar en la salud de los mayores? “Es cierto que los chicos podrían transmitir el virus a las personas mayores. Pero hoy muchas de las personas mayores sí tienen los refuerzos al día. No estamos en la situación de 2020 cuando no había vacunas. Hoy el escenario es diferente”, aclaró Ensinck.
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